—”La chambre du silence”


El mundo arriba gritaba… y abajo, callaba.

Los escalones bajo la Torre Eiffel no eran de piedra, sino de acero con vetas sonáticas incrustadas. Cada paso que dábamos generaba un eco distorsionado, como si los peldaños recordaran quienes ya no estaban.

Zeffir...

Seguí descendiendo con Vereth aún en mi espalda. Elène a mi lado, en silencio. Calden cerrando la formación, su cuerpo tenso como si esperara que la propia oscuridad nos atacara desde las paredes.

“Falta poco,” murmuró Calden, con la voz amortiguada.

Al final de la escalera había una puerta. Circular, cubierta de runas resonantes. Y por un instante, el sistema la reconoció.

KAIROS… aún respiraba lo suficiente para dejarnos pasar. Se abrió.

La Cámara Armónica. Donde reposaba la memoria principal del sistema más avanzado que Europa tuvo jamás.

Y lo primero que vimos fue la sangre.

“No... no puede ser.” “No...” susurró Elène, dando un paso dentro.

En el centro de la sala, la interfaz principal estaba rota, colapsada sobre sí misma. Cristales sonáticos partidos como una garganta que ya no puede hablar. Chispazos sin fuerza salían de los paneles laterales.

Y en el centro de la consola, un mensaje proyectado... tembloroso, casi inexistente.