—”Le Brouillard de la Vérité”


El aire en París olía a concreto húmedo, incluso cuando el cielo era de papel.

La Noctara respiraba con un ritmo forzado, como una máquina que empezaba a mostrar signos de falla. Había una tensión en el aire —una vibración no sonora, pero presente. Como si el sistema KAIROS, en su perfección, nos susurrara que algo estaba fuera de orden... aunque no pudiera decirnos qué.

Caminaba junto a Zeffir por el Sector 2, bordeando una barricada de escudos acústicos portátiles. A unas cuadras de ahí, en una de las plazas más concurridas, aún quedaban residuos de la última manifestación. Personas gritando cosas que ya no tenía sentido gritar. Exigiendo respuestas que nadie podía dar.

—Nunca pensé que los protocolos me mandarían a controlar una protesta en vez de una anomalía sonora —gruñó Zeffir mientras golpeaba su bastón Ruptor contra la cadera, con impaciencia—. Si esto sigue así, voy a comenzar a golpear postes a ver si alguien reacciona.

—Eso solo causaría más confusión —le respondí, tratando de mantenerme diplomático, aunque yo también estaba agotado.

—¿Confusión? Esto ya es una ópera descompuesta. La Sonata se nos mete por las rendijas de la cordura y KAIROS canta en pesadillas. ¿Y aún crees que esto es normal?

Lo miré de reojo. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos, aunque agresivos, tenían esa misma sombra que yo también cargaba: el miedo de no saber qué nos esperaba.

En medio de ese silencio compartido, sonó mi comunicador. Rina.

—Elric, Zeffir… necesito que vengan al salón del Comité ahora. Es urgente.

—¿Qué pasa?

—No puedo decirlo por aquí. Solo… apúrense. —La llamada cortó.

Nos miramos y sin más palabras, comenzamos a correr.


La sala del Comité tenía ese aire espeso que solo aparece cuando la verdad aún no ha sido dicha, pero todos la sienten rasguñando por debajo de la piel.