Camino sin mirar atrás.
No porque no quiera.
Sino porque sé que, si lo hago, mis piernas no se moverán más.
Cada paso sobre los rieles metálicos me arranca un recuerdo. Cada vibración en el suelo… un nombre. Nombres que no podría decir sin romperme.
Y ahora, en mis brazos, Vereth.
Sigue sin despertar. Pero su cuerpo… aún está cálido.
El ecorriel frente a mí parece una tumba metálica. Pero dentro… hay vida.
Subo.
Las puertas se abren sin sonido. Como si KAIROS mismo las estuviera controlando. Esperando por nosotros.
El interior está vacío. Perfecto. Silencioso.
Tomo asiento. Acomodo a Vereth con cuidado. Sigo sin entender cómo mi cuerpo no colapsa.
El tren arranca.
No con fuerza. No con prisa. Con respeto.
Como si supiera lo que está dejando atrás.
El vidrio está sucio, pero me basta para ver cómo las torres de París se alejan, las placas de contención aún activas. El cielo, aún roto.