Ubicación: Márgenes de la Sonaria Menor de Särn, en un campamento de reentrenamiento para compositores sin destino inmediato.

Hora: 3:27 AM.

Clima: Neblina nocturna. Silencio tan denso que parece un compás cerrado.

Darein no duerme.

El mundo está demasiado quieto, y eso lo inquieta.

La cuerda aguda de su arpa vibra apenas, repitiendo un pasaje aprendido bajo la mirada de Vael. Lo repite, mecánicamente, intentando grabar algo que no quiere olvidar.

Y entonces, una nota falsa.

Disonante. Sucia. Alevosa.

Él se detiene.

Silencio.

Luego otra nota. Y otra. Torpes pero deliberadas. No accidentales: insolentes.

Darein gira. En lo alto de una viga oxidada, sobre lo que solía ser una torre de observación, hay una silueta encorvada como un gato desafiante.

Piernas colgando, violín invertido en brazos, y un brillo metálico: tatuajes sónicos ilegales recorren su cuello como pentagramas rotos.

¿Tocas por amor o por culpa? —pregunta la voz, femenina, rasposa de medianoche.

Darein no responde.

Ella ríe. No de burla. De goce.

Ah, ya veo… silencio de los buenos soldados. ¿Fuiste de los blancos, no?

Creí que los héroes no practicaban solos a estas horas, sin testigos ni gloria.

Darein vuelve a su arpa, frío.

No estoy para juegos.