Misión: Investigar una anomalía disonante en los restos de un antiguo túnel de metro, ahora sellado por capas de ruido endurecido.
Asignación: Solo dos Compositores. Silenciosos. Rápidos. Descartables.
Compositores asignados: Néris Valcor y Darein “C0”.
El acceso al túnel parece una garganta metálica oxidada, cubierta por ecos atrapados que no cesan de resonar, aunque no hay fuente alguna. Una trampa sonora viva. Una ruina.
Darein se aproxima con precisión matemática. Arpa en mano, mide la frecuencia de las paredes, calcula la refracción sonora como si estuviera escribiendo una ecuación con sus dedos.
—¿Tardamos mucho más y te traigo una regla? —dice Néris, colgada de una baranda deforme.
—O mejor: te paso una lienne de papel, así improvisas más rápido.
Darein no reacciona. Hace un gesto seco, idéntico al que Vael usaba cuando quería silencio en una línea de batalla.
—No estamos aquí para jugar. Hay ecos corruptos. Posibles disonancias latentes.
—Ay, qué miedo. Los fantasmas que gritan en la cueva.
—¿Te vas a esconder detrás de la voz de tu hermano otra vez?
Darein se detiene.
Sus ojos —que alguna vez brillaron con la provocación de Lienne— ahora se endurecen, casi idénticos a Vael.
—No necesito esconderme detrás de nadie. Yo elijo lo que tomo.
Néris lo mira, seria por primera vez.
Y en voz más baja:
—¿Y qué parte de ti es tú?
Él no responde.
Entran.