Interior — Sala de Estratos Superiores, Sede de Nueva Babilonia — Noche lluviosa.
El mármol aún rezuma agua de la tormenta. Sobre la mesa de resonancia central, cinco altos cargos de la Sonaría deliberan, envueltos en capas de control y solemnidad. Luces tenues, documentos proyectados. Darein está de pie al frente. Impecable. Brillante. Inquebrantable.
Comandante Durant (voz grave):
—Proceda con el informe de la Operación Despliegue Dúctil, comandante Darein. Sea conciso.
Darein asiente. Cierra los ojos un instante, como si ajustara el diapasón mental. Y luego, con una tranquilidad que casi roza la insolencia, empieza a hablar:
Darein (tono profesional... al principio):
—La operación comenzó a las cero cuatrocientos. El escuadrón L-5 se desplegó hacia el sector Gamma-Dorsal. Clima estable, visibilidad baja. Perfecto para practicar el arte del tropiezo táctico.
Una de las Compositoras de Estrato Medio levanta una ceja.
Darein (sin inmutarse):
—El avance fue lento, aunque estilizado. Uno de los reclutas decidió emular una piedra mojada en la tercera hora. Lo superamos, psicológica y físicamente. A las cero siete treinta, detectamos una perturbación acústica de nivel medio: un enjambre de Oyentes clase Susurrante.
Comandante Durant (interrumpe):
—¿Y cuál fue su estrategia?
Darein:
—Admiración fingida, seguida de violencia medida. Activé el arco Armónico, modulé frecuencia de contención en Fa sostenido menor —la tonalidad preferida de los errores, según cierta colega experta en sarcasmo— y ejecutamos el protocolo de dispersión.
Otro de los comandantes —una figura curtida llamada Mallius— lo observa frunciendo el ceño.
Mallius:
—¿Está... bromeando, comandante Darein?
Darein (serio, frío como siempre, pero con una ceja apenas levantada):
—No, señor. Estoy narrando. Hay diferencia. Si desea broma, puedo hablarle del presupuesto asignado a mantas térmicas. Eso sí es hilarante.
Silencio. Lienne, sentada en un banco lateral, estalla en una risita sofocada. Nadie la detiene.