Heaven Pierce Her - The World Looks Red (ULTRAKILL 7-1 Theme _2)(MP3_160K).mp3
Nunca me entrenaron para morir con dignidad.
Y quizás por eso, estoy aún aquí. Corriendo. Si se le puede llamar correr a este arrastrarse entre cadáveres que aún respiran, entre bocas que repiten mi nombre como una plegaria rota, sin lengua, sin alma. Mis compañeros. Mis amigos. Mi batallón. Ahora ecos huecos de algo que ya no está.
Me persiguen. Sus pasos son sonatas invertidas, contrahechas, enfermas. Manos negras se extienden hacia mí, no para salvarme, sino para arrastrarme con ellos a esa sinfonía de silencio distorsionado.
Mi cuerpo me traiciona. El brazo derecho ya no me responde, ya no es mío. Está cubierto por la costra viscosa de la Sonata corrupta. Cada centímetro de piel cruje como una hoja seca aplastada por la Historia. Siento mi ojo derecho burbujear, como si en él alguien hubiera encendido una hoguera muda. Veo doble. O no veo. No lo sé. No lo entiendo. No importa.
Miro hacia arriba.
El Supresor.
Mozart.
Suspendido como un dios sin rostro ni alma, terminando de cargarse. El cielo tiembla. El sonido ya no es música, es sentencia. La cúpula de Viena parpadea como si el firmamento se hubiese rendido.
La misma nota, una sola, estirada como un grito que no acaba.
Y entonces la vi.
Mi arpa.
En lo alto, entre los escombros y el humo y los restos de lo que alguna vez fue belleza. Rota. Herida. Como yo. Pero una cuerda aún vibraba.
Como un latido. Como un sí.
Corrí.
No por esperanza. Por instinto. Como el animal acorralado que no sabe si está huyendo o atacando.
Las criaturas tras de mí chillaban frecuencias que ningún oído humano debería entender. Mi piel temblaba con cada sílaba sin idioma. Mi cerebro sangraba ideas que no eran mías. Y mi alma...
Mi alma ya ni siquiera lloraba.