🌙 Fecha: 19 de septiembre, 2052.
El viento cortaba la región de Borealis Aegir con fuerza, enviando remolinos de nieve por todo el campo abierto. En el horizonte, las ruinas de lo que alguna vez fue una próspera ciudad pre-sonática se alzaban como una silenciosa advertencia de lo que la humanidad había perdido. No había rastro de vida, solo las sombras del pasado y los ecos distorsionados de la Sonata que aún reverberaban por la zona.
En la distancia, un compositor desconocido caminaba con cautela, con su instrumento al hombro, pero lo que lo motivaba no era el deber, ni la misión asignada por los comités. Su curiosidad era más fuerte que todo lo demás. Había estado siguiendo los rumores sobre una figura misteriosa que vagaba por los confines de las ciudades abandonadas: Rhea.
Los afinadores de la región ya le habían advertido sobre los efectos extraños que causaba la presencia de la entidad. Sabían que Rhea no era como cualquier oyente o entidad sonática. Sus acciones siempre parecían dirigidas por algo más, algo que no podían comprender completamente. Pero el compositor sabía algo que los demás ignoraban: había una belleza inquietante en la forma en que Rhea interactuaba con las frecuencias, una especie de inocencia mal interpretada.
A lo lejos, vio lo que tanto había buscado: una figura alta y delgada, de cuerpo negro como una sombra, pero con un rostro blanco brillante que parecía flotar en la penumbra. Rhea estaba de pie, observando la ciudad desmoronada como si estuviera escuchando algo lejano. No parecía tener ningún propósito concreto, solo estudiando, curioseando.
El compositor se acercó silenciosamente, manteniéndose a una distancia prudente. Su curiosidad estaba por encima de cualquier precaución. A medida que se acercaba, notó que la figura de Rhea parecía adaptarse a su entorno. De vez en cuando, su cuerpo negro se distorsionaba, como si se estuviera fusionando con la oscuridad a su alrededor. No era maldad ni intención peligrosa, era más como si estuviera absorbiendo el entorno para entenderlo.
Al principio, la figura no lo notó, pero cuando el compositor observó más de cerca, vio que Rhea comenzaba a cambiar. Su cuerpo se retorcía levemente, adaptándose de manera que parecía casi bailar al ritmo de las frecuencias del lugar, haciendo que su forma fluctuara de una manera inesperada. Las piernas se alargaban y se acortaban, y su cabello negro comenzaba a ondularse de forma que parecía una distorsión elegante.
A lo lejos, el compositor pudo escuchar lo que Rhea estaba imitando: melodías humanas, como canciones antiguas que la entidad había capturado de alguna manera, como si estuviera intentando comunicarse de alguna manera con los ecos del pasado. Ella no emitía palabras, solo tarareos suaves y fragmentos de canciones que sonaban extrañas pero familiares. Había algo inconfundible en la manera en que Rhea parecía disfrutar del proceso de imitación.
En ese instante, el compositor sintió una extraña ternura hacia la criatura. Su curiosidad humana era algo que no esperaba de una entidad que representaba tanta distorsión. Pero allí estaba ella, una figura absurda en su belleza inquietante, como si jugara con el sonido a su alrededor.
En un momento, Rhea se giró hacia él, sus ojos vacíos pero llenos de una extraña conciencia. Durante unos segundos, el compositor pensó que la entidad lo había detectado. Pero en lugar de atacar, Rhea se inclinó ligeramente, como si estuviera observando al observador, interesada en su presencia.
Luego, para sorpresa del compositor, Rhea comenzó a emular la voz humana de una mujer, como si estuviera intentando reproducir las palabras que él había pronunciado en su cabeza. Intentó hablar, pero lo único que salió fue una mezcla de fragmentos de radio entrecortados. De alguna manera, sus fragmentos no eran hostiles. En su lugar, crearon un tono melancólico, casi como si estuviera cantando una despedida en su idioma extraño.
El compositor sonrió levemente, sin poder evitarlo. ¿Qué estaba haciendo esa criatura? ¿Realmente estaba tratando de comunicarse con él? Rhea siguió distorsionando las frecuencias, con su cuerpo cambiando nuevamente, más pequeño esta vez, como si se encogiera en un intento de parecer más humana.
Un sentimiento extraño recorrió al compositor: ¿la estaba viendo realmente como una criatura extraña, o como algo que merecía ser comprendido?
Finalmente, Rhea se detuvo, y en un gesto casi humano, le mostró una pequeña muestra de su “bajo”, como si esperara alguna reacción de él. El compositor no podía evitar sentirse movido, como si estuviera mirando una creación imperfecta, intentando conectar a su propia manera.
"Adorable, ¿no?" pensó, riendo internamente. La entidad no parecía tan diferente a los humanos después de todo, solo que perdida en sus propias melodías.
Cuando el compositor se acercó, Rhea comenzó a desaparecer, su forma se desintegró lentamente en la neblina y las distorsiones sonoras, como si su curiosidad ya hubiera sido satisfecha.
El compositor se quedó allí, inmóvil, pensando en lo que acababa de presenciar. ¿Era realmente tan desgarrador y extraño o simplemente humano?
Tal vez nunca lo sabría. Pero Rhea, en sus fluctuaciones y cambios, le había mostrado un lado de sí misma que nadie más había visto: curiosa, juguetona, y en ese momento, tan inocente como cualquier humano que intenta encontrar su lugar en el mundo.