“Crescendo Inesperado”


La biblioteca de la academia es mi lugar seguro. Un santuario de silencio lleno. A diferencia del vacío opresivo de las calles de Berlín, el silencio aquí es una textura, un murmullo compuesto por el suave susurro de páginas de papel real, el zumbido casi inaudible de las computadoras y el eco amortiguado de pasos lejanos. Es un reverb natural, un sonido ambiente que calma los bordes afilados de mi ansiedad. Estoy en mi rincón habitual, una mesa individual oculta tras una estantería de historia militar pre-Sonática. Supuestamente, estoy terminando un ensayo sobre las tácticas logísticas de las guerras napoleónicas, pero en realidad, mi cuaderno está lleno de diseños de pastillas de guitarra y bocetos de logotipos para bandas que solo existen en mi cabeza. Es una forma de rebelión silenciosa.

«Lena, oye.»

Doy un respingo tan violento que mi bolígrafo sale volando y describe una parábola perfecta antes de aterrizar en el suelo con un clac que, en el silencio de la biblioteca, suena como un disparo. Mi corazón, que hace un segundo latía a un ritmo de balada, ahora va a tempo de speed metal.

Klara aparece a mi lado, dejándose caer en la silla vacía con su habitual falta de ceremonia. Me sonríe, ajena al infarto que acabo de sufrir.

«Casi me desintegro», susurro, mi voz un hilo de aire.

«Lo siento, lo siento», dice ella, sin parecerlo en absoluto. Sus ojos brillan de travesura. «Escucha, favorazo. Mi tableta murió. Completamente. Y tengo que enviar el borrador de mi proyecto de bio-ingeniería en…», mira el reloj de la pared, «...exactamente siete minutos, o la profesora me usará como compost para sus cultivos. ¿Me prestas la tuya un segundo? Solo un segundo. Prometo que no cotillearé tus mensajes con ese chico de la clase de física con el que te cruzas miradas asesinas».

Mi cerebro entra en modo de alerta roja.

«Análisis de Amenaza: Petición de tableta por parte de Klara. Nivel de Riesgo: Apocalíptico. Motivos: 1. No existe ningún chico de física. Esa aclaración requeriría diálogo. 2. La tableta. ¿Qué fue lo último que hice en la tableta antes de venir aquí? Estaba en mi habitación. Estaba… oh no.»

La memoria regresa. No era un video de gatos. No era el juego. Era mi santuario digital. Mi cuenta de Silentsiren13.

Pero la presión social es una fuerza gravitacional. Klara me mira, sus ojos grandes y expectantes. Negarse sería raro. Exigiría una explicación. Una explicación requeriría palabras. Era un bucle infernal. En una decisión que lamentaré por el resto de mis (probablemente cortos) días, deslizo la tableta sobre la mesa.

«S-sí, claro, toma», logro decir, mi voz sonando a la de un ratón suplicando por su vida a una pitón.

«¡Eres la mejor!», dice, coge la tableta y la desbloquea. Por un momento, solo teclea. Alivio. Un falso y traicionero alivio.

«Ah, genial, dejaste abierta la aplicación de videos», comenta, distraída. «Espera un momento. Qué guitarra más chula. Eh… se parece mucho a la tuya, Lena. El mismo color Sunburst, esa muesca extraña cerca del puente que hiciste cuando se te cayó el soldador… Y esa es… un segundo, esa es la horrible alfombra psicodélica de tu habitación. Y ese es el póster de Slash que te regalé por tu cumpleaños…»

El monólogo de Klara se detiene. El silencio que se instala entre nosotras ya no es el silencio reconfortante de la biblioteca. Es el silencio del vacío. El silencio que precede al fin del mundo.

Levanta la vista de la pantalla, sus ojos de un rosa brillante ahora abiertos como platos. Me mira a mí. Luego a la pantalla. De la pantalla a mí. En sus ojos, veo el mecanismo de su mente, que trabaja a la velocidad de la luz, conectando puntos, procesando una verdad imposible. Veo el momento exacto de la epifanía. Hace clic en el nombre de usuario del canal.

"Silentsiren13".

Siento cómo la sangre abandona mi rostro. Es como caer desde un edificio de cien pisos. El suelo se acerca a una velocidad aterradora. Este es el fin. Se reirá. Se lo contará a todo el mundo. Me convertiré en "la rara que se graba tocando la guitarra sola". Mi vida social, esa pequeña y frágil criatura que apenas sobrevive en un rincón oscuro, está a punto de ser pisoteada por una bota de combate rosa.