El Administrador Principal Joric Kaelen era una anomalía. Demasiado joven para su puesto, demasiado popular entre los distritos exteriores y, lo más peligroso de todo, demasiado idealista. Sus propuestas de reforma, aunque envueltas en la jerga del protocolo, desafiaban sutilmente décadas de control establecido por la Casa Volker. Era una nota disonante en una sinfonía perfectamente calibrada.
Y la Aufsicht siempre escucha las notas que desafinan.
La invitación llegó sin remitente, una simple directiva en su terminal personal: “Revisión de archivo histórico. Nivel Subterráneo 9. Ahora.” No era una petición.
Los Archivos Profundos no olían a papel viejo, sino a aire reciclado y a secretos demasiado pesados para pudrirse. Allí, en una sala de lectura iluminada únicamente por el brillo azulado de una única terminal, lo esperaba el Analyst Richter. Era un hombre sin edad, de esos que parecen haber nacido dentro del sistema, con unos ojos que no veían personas, sino expedientes.
"Administrador Kaelen", dijo Richter, su voz tan neutra como el zumbido de la terminal. "Gracias por su tiempo. Hay una inconsistencia en los registros que requiere su atención."
Richter no ofreció un asiento. Simplemente, con un gesto, activó un archivo de audio sellado. Registro Académico 7-B. Año 66 post-Evento.
Una voz resonó en el silencio. Era más joven, llena de una pasión que Joric creía haber enterrado hacía mucho.
“…Pero el sistema no tiene por qué ser opresivo. La Sonata es una fuerza natural. Si la liberáramos, si confiáramos en la gente…”
Luego, otra voz respondió, una que pertenecía a un compañero de academia. Un compañero que, años más tarde, fue clasificado como disidente y "re-armonizado". La conversación era inofensiva, un simple debate de estudiantes idealistas. Pero en el frío contexto de los Archivos Profundos, era una sentencia.
Richter detuvo la grabación. El silencio que siguió fue más pesado que cualquier acusación.
"Un debate interesante sobre la naturaleza de la libertad", comentó Richter, ajustándose unos lentes que no necesitaba. "Una lástima que su compañero eligiera la disonancia. Algunas melodías son… contagiosas."
Joric Kaelen no dijo nada. El frío de la sala se le había metido en los huesos. Comprendió que no lo habían llamado para aclarar una inconsistencia. Lo habían llamado para recordarle que su vida entera era un archivo.
Richter se levantó, sus movimientos tan precisos y económicos como los de un verdugo.
"La resonancia de nuestras palabras nos sobrevive, Administrador", añadió, su voz aún perfectamente calmada. "Incluso las que creemos olvidadas. El trabajo de la Aufsicht es asegurarnos de que siempre se escuchen en el tono correcto."
No era una amenaza. Era una lección de música. Le estaba enseñando que, en la orquesta de Nueva Babilonia, incluso el Administrador Principal solo toca la partitura que se le asigna.
Al día siguiente, la propuesta de reforma fue retirada de la agenda del Comité. La razón oficial fue "necesidad de una revisión más profunda".
Nadie preguntó. Y en el nivel más profundo de los archivos, Richter, el guardián de las notas olvidadas, simplemente selló el expediente una vez más, añadiendo una pequeña anotación al margen:
"Sujeto restaurado."