Por una combinación de necesidad y elección. La vida dentro de una Noctara es increíblemente cara y está sujeta a una estricta regulación social y sónica. Muchos no pueden permitírselo. Otros lo rechazan voluntariamente, prefiriendo la dura libertad, el sol real y la ausencia de la vigilancia constante de la jaula dorada. Los Distritos Exteriores, a pesar de sus peligros, ofrecen una autonomía que es imposible encontrar dentro de los muros.
Sí, el dinero todavía existe, pero el sistema es una compleja economía mixta. Los recursos esenciales (comida de las granjas hidropónicas, agua, energía) están fuertemente subsidiados y racionados para asegurar la supervivencia. Sin embargo, existe un vibrante mercado capitalista para todo lo demás: bienes de lujo, tecnología personal, entretenimiento y, sobre todo, servicios relacionados con los Compositores (reparación de instrumentos, entrenamiento privado, etc.).
La mayoría de la alimentación básica proviene de cultivos resonantes (plantas genéticamente modificadas para prosperar con frecuencias sónicas en lugar de luz solar) y proteína sintetizada. La carne real y los productos cultivados de forma natural son un lujo extremo, generalmente reservados para la élite o disponibles en mercados de contrabando. Sí existen animales domésticos, y algunas Noctaras mantienen "arcas genéticas" de fauna pre-Sonática, pero criar ganado a gran escala es logísticamente imposible.
Hasta la fecha, la transformación en un Oyente es considerada irreversible. Un Oyente capturado no es visto como un paciente, sino como una anomalía biológica-sónica que debe ser estudiada. La posibilidad de una "cura" es el santo grial de la bio-sonática, pero la mayoría lo considera una fantasía.
En pocas palabras, esto no es posible.
Sí, pero son escasas y muy diferentes. Principalmente existen como pequeñas comunidades atrincheradas en lugares geográficamente defendibles (fortalezas montañosas, plataformas petrolíferas en el mar) o como tribus nómadas que han aprendido a moverse al ritmo de la Sonata salvaje para sobrevivir. Su relación con las grandes Sonarias es de una profunda desconfianza mutua.
Los drones convencionales, al igual que toda la tecnología avanzada, dependen de componentes electrónicos y sistemas que son vulnerables a la interferencia extrema. En el Velo del Pacífico, la disonancia es tan intensa que "fríe" los circuitos en minutos. En el Silencio Polar, el problema es el contrario: la ausencia total de Sonata hace que los sistemas de energía sónica (que alimentan a los drones más avanzados) dejen de funcionar, y el caos electromagnético anula cualquier otro tipo de comunicación o control remoto.