“Malevolent Shrine”
El Campeón Penitente estaba de rodillas, una bestia despojada de su propósito. La furia había sido drenada, el odio confundido, la motivación robada. Era un actor en un escenario vacío, sin líneas ni director. Levantó la cabeza, su forma de gladiador ahora encorvada y patética.
Melpómene lo observaba desde el aire, suspendida sobre el centro de la arena como una valquiria macabra. Había disfrutado inmensamente del segundo acto, el desmantelamiento psicológico. Pero el público (incluso si solo era ella misma, Artemis y quizás algunos dioses olvidados) no podía irse a casa sin un final espectacular. La obra requería una catarsis. Una explosión de violencia tan hermosa y definitiva que quedara grabada en la memoria misma de las piedras del Coliseo.
Sonrió, una expresión de gozo artístico puro. «¡Has sido un actor formidable! Tu arco argumental ha llegado a su inevitable conclusión.».
El impacto fue cataclísmico. La antigua estructura del Coliseo, que había sobrevivido a terremotos, guerras e imperios, finalmente cedió bajo la música de Melpómene. Un tercio del muro exterior se derrumbó hacia dentro en una cascada de piedra milenaria y polvo. Edificios aledaños se agrietaron, sus ventanas estallando hacia fuera por la onda de choque.
Pero en el centro del cráter recién formado, el Penitente se levantó.
Una púa, más grande y gruesa que las anteriores, emergió de su espalda. La energía roja que lo envolvía era más intensa, más desesperada. Las heridas de los mil cortes se estaban cerrando. Se había adaptado de nuevo.
«Ah, lo sabía», dijo, hablando consigo misma, su voz una mezcla de descubrimiento y deleite sádico. «Tienes una habilidad similar a una sintonización sonática, pero invertida. No te adaptas a los ataques, ni usas la ira como combustible.»
«Tú… usas la propia frecuencia del Cántico que emana del Supresor. Te alimentas del eco de las almas que mueren a tu alrededor. Cada Serafín que es destruido, cada Penitente que cae… canalizas esa energía, ese dolor, y lo usas para regenerarte. Eres un filtro. Un parásito glorificado que desvía toda la disonancia de esta tragedia para tu propio beneficio. Qué... egoísta».