Al día siguiente, el ambiente en nuestro grupo es sombrío. "Static Bloom" ha durado menos que un solo de guitarra de punk rock. La pila de formularios, esa novela burocrática de terror, descansa sobre nuestra mesa en la cafetería de la academia como un mausoleo a nuestro sueño muerto. Ni siquiera Klara tiene energía. Revuelve su comida con una cuchara, el ritmo normalmente alegre de sus movimientos ahora una marcha fúnebre.
«Cincuenta páginas», murmura por décima vez. «Cincuenta páginas para demostrar que sabemos tocar tres acordes y no vamos a provocar un colapso estructural. Es absurdo».
Sophie, como siempre, parece imperturbable, leyendo un libro sobre filosofía. Pero incluso en ella noto una tensión. Sé que, a su manera estoica, también estaba emocionada. Elise está dibujando gatos tristes en una servilleta. Es el fin. Fue una bonita idea. Quizás pueda empezar una nueva banda en mi cabeza. Se llamaría "Derrota por Papeleo". Muy metal.
Es entonces cuando una nueva actriz entra en nuestra pequeña obra de tragedia. Es Maya. Maya es la reina de la colmena social de la academia. Forma parte del club de teatro, del equipo de debate y, de alguna manera, parece conocer los secretos de todo el mundo. Se desliza hasta nuestra mesa con la confianza de una diplomática, su sonrisa brillante cortando nuestra atmósfera de miseria.
«Hola, chicas. ¿Por qué esas caras tan largas? ¿Les han cancelado su serie favorita o algo?», pregunta, su voz llena de una energía que ahora mismo me resulta casi ofensiva.
Klara, con un gruñido, señala la pila de papeles. «Eso. Eso es lo que pasa. Queríamos tocar en el festival. Pero aparentemente, para eso necesitas un doctorado en física teórica y un análisis de sangre completo».
Maya echa un vistazo al formulario. Una sonrisa astuta, casi conspiradora, se dibuja en sus labios. Se ríe. Una risa corta y segura.
«Ah», dice. «Principiantes. ¡Claro que no lo consiguieron! Están intentando entrar por la puerta principal. La ruta civil es un infierno burocrático diseñado para desanimar a cualquiera. Es el laberinto del Minotauro, y al final solo hay más papeleo».
Nos inclinamos, intrigadas. Maya mira a ambos lados, como si estuviera a punto de revelar un secreto de estado.
«Pero hay un truco», susurra, su voz bajando a un tono confidencial. «Hay una puerta trasera».
Klara, Sophie y Elise se acercan. Yo intento retroceder, porque los secretos suelen implicar complicaciones, y las complicaciones, interacciones sociales no programadas. Pero estoy atrapada.
«Mi tío», continúa Maya, «trabaja en logística en un departamento gubernamental bastante importante. El sector de Defensa». Mis alarmas internas empiezan a sonar, un zumbido de baja frecuencia. «El caso es que siempre se está quejando de lo difícil que es encontrar ‘talento’. Dice que tienen un programa, una especie de patrocinio para ‘talentos sónicos emergentes’, para cubrir sus eventos culturales y esas cosas. Te saltas toda la burocracia civil. Vas allí, haces una audición rápida, y si les gustas, te dan una licencia de alto nivel. Válida para todo. En un solo día. Es el atajo que casi nadie conoce».
Un silencio cae sobre la mesa. La esperanza es una criatura peligrosa.
Sophie es la primera en romperlo, su escepticismo como un escudo. «¿El Comité de Defensa patrocinando a una banda de rock? Suena a mentira. No somos exactamente su público objetivo».
«¡No lo es!», insiste Maya. «¡De verdad! No buscan solo a gente para sus desfiles aburridos. Buscan todo tipo de ‘talentos sónicos’, esa fue la palabra exacta que usó mi tío. Músicos, técnicos, artistas… es para sus galas, eventos de caridad, ya sabes, toda esa parafernalia para mantener contenta a la élite. Y lo mejor de todo, me dijo que el papeleo es casi nulo. Una firma en un contrato de patrocinio y estás dentro». Hace una pausa, su sonrisa se vuelve un poco más seria. «Pero me advirtió. La audición es dura. Son muy, muy exigentes».
Un rayo de sol atraviesa la ventana y se posa sobre el rostro de Klara. Y en sus ojos, veo el amanecer de una idea terrible y gloriosa. La desesperación se ha transformado en determinación. Se vuelve hacia mí. Y sé lo que va a decir antes de que lo diga. Mi corazón empieza su solo de batería.
«Lena», dice, y su voz es calmada. Aterradoramente calmada. «Tú eres la virtuosa. La genio. De todas nosotras, la única que podría impresionar a un grupo de militares estirados eres tú».